Óleo del maestro: José Higueras Mora - Titulo Ciudadela |
Caminaban por la playa.
Cogidos de la mano. Dejando que las olas besaran sus tobillos. Era una caricia
para sus desnudos pies. El agua estaba caliente y era un maravilloso atardecer.
En el mar se notaba una
placentera paz. Estaba tranquila, quieta, tanto, que… más que agua parecía un maravilloso espejo. Hasta esos
últimos rayos de sol no se querían despedir sin dejar en el horizonte unos
toques plateados.
Era una hermosa tarde. Atrás
habían quedado los malos ratos, el dolor sentido al darse cuenta de toda la
crueldad que guardaban “aquellos” que ellos creían unos seres nobles y buenos. Un
desengaño más.
Una suave brisa hacía que la
melena de ella se moviera al mismo compas que la falda blanca y fina que ella
llevaba puesta. En la tenue sombra se reflejaban aquellos ondulantes
movimientos semejantes a una danza, a una bailarina sobre el escenario. En
realidad era el escenario de la vida.
Mientras caminaban y miraban
como se alargaba y disminuía la sombra, hablaban de todo lo pasado. Eran tantas
cosas, tantas vivencias, que todo se agolpaba en su cabeza, en su voz. En
querer contar todas a la vez para que no se pudiesen olvidar.
La playa era larga, tenía unos
cuantos kilómetros. Todos los días desde que habían llegado recorrían un buen
trozo. Les había venido muy bien, se habían renovado, ahora tenían la mente
mucho más clara. Empezaban a sonreír, sus facciones habían juvenecido. Eran
distintas.
Estaban cerca del muelle,
les gustaba llegar hasta el lugar dónde atracaban
aquellos transatlánticos cargados de gente, muchos de aquellos pasajeros bajaban
a visitar la ciudad, otros se quedaban mirando desde las pequeñas terrazas del
camarote. Aquel se notaba que iba a pasar la noche en el puerto.
Miraron a lo lejos, vieron
como otro enorme barco se acercaba para atracar. Parecían ciudades en el agua.
Ellos estaban al otro lado. También aquella visión les recordó un tiempo
pasado, cuando ellos eran jóvenes y podían hacer largos viajes. Se miraron.
Dejaron los pies clavados en la mojada arena.
Eran unas visiones
preciosas, unos recuerdos inolvidables. Un volver a los años jóvenes.
Ella contemplo largamente al
hombre que tenía a su lado. Vio su pelo color plata, su corta melena ahora
todavía era más rizada que en la juventud. Le paso los dedos por aquellos
rizos, acariciando tiernamente aquel suave pelo, parecía de seda. Lo beso en
los labios.
Fue un beso fugaz como
aquellos que se daban en público cuando eran casi unos niños. Eran unos besos
tímidos, a escondidas de todos los ojos. También en esa playa había sido así,
como temiendo que alguien les pudiese ver. Miraron a su alrededor y se pusieron
a reír.
.- Que tontería, nadie nos
puede ver, estamos solos en esta inmensidad, además ya somos mayores ¿verdad?
¡Qué rápido ha pasado el tiempo! ¡Cuántas cosas vividas! Al final hemos venido
a parar al mismo lugar de dónde salimos.
Siguieron caminando, notando
el agua sobre sus pies, en las manos las sandalias que de nuevo habían cogido.
Suspiraron profundamente. Llevaban
muchos años juntos. Se conocían muy bien, tanto que a veces hasta se sorprendían
pensando las mismas cosas. Nunca había muerto el amor, la ilusión, la
complicidad, entre ambos. Echando la vista atrás ¡Qué aprisa se habían pasado
los años! Siguieron por la orilla de la playa. El mar Mediterráneo besaba los
pies desnudos. Los pies que tantos kilómetros habían pisado, que tantos lugares
habían visitado.
Higorca
3 comentarios:
Hola Higorca, como ya te comenté en facebook, es un escrito precioso y romántico.
Y el cuadro pintado por tu esposo, de una gran belleza.
Os mando un beso, Montserrat
Como la vida misma. Habla de fidelidad y felicidad. De compenetración. Y eso no tiene precio. Mi enhorabuena para los dos.
Un abrazo fuerte
Me ha gustado mucho como escribes, con la sencillez y el sentimiento, puesto en cada palabra y que se fusiona con las pinturas que acompañan a cada uno de tus escritos.Enhorabuena.Te dejo el enlace de mi blog por si te apetece
http://letrasconalmaycorazn.blogspot.com.es/
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