Óleo de José Higueras Mora
Vuela figura mítica…
Mitad hombre, mitad caballo,
¿Eres mitología? O ¿Verdadera?
Cruza las nubes, entra en un
reino.
Dónde la verdad sea dicha
Absorta
miraba como por el horizonte aparecía una nube algo rara ¿Qué me está pasando?
Se preguntó la muchacha que estaba sentada en un banco con un libro en la mano.
Había
ido a leer un rato en aquel maravilloso parque que había en el pequeño pueblo
dónde pasaba las vacaciones de verano.
La
playa estaba a pocos metros de su casa,
pero eso era por la mañana, le gustaba madrugar para bucear con tranquilidad, cuando
el mar estaba en calma y apenas había gente.
La
tarde era distinta, cuando el calor bajaba solía coger un libro y sentarse a la
sombra de aquellos arcaicos árboles.
Pero
aquella tarde algo raro estaba pasando, de nuevo miro al cielo, la nube se
estaba despejando y pudo ver con claridad la imagen que se acercaba a ella.
Era
un caballo… un hombre… ¿qué era aquello?
De
pronto vio como bajaba… y ahora sí, ahora veía lo que era en realidad.
¡Un
hombre caballo! ¿Lleva a una mujer? ¡Cuánta belleza! De nuevo emprendieron la
subida, claro no podían chocar con la torre del reloj ¿a dónde se dirigirán?
Era todo tan raro. Cada vez estaba más intrigada. De nuevo volvían hasta dónde
se encontraba ella ¿qué querían decir, o hacer?
No
se daba cuenta que estaban paseando por el cielo de un azul purísimo, era hermoso
ver aquel “cuadro” de una belleza sin igual ¿quién serían? ¿Cómo era posible
que un hombre con medio cuerpo de caballo y unas alas paseara a una muchacha?
No
entendía nada, pero retrocedió unos años en su mente y recordó aquel libro que
un día le entusiasmo ¡era de mitología! Lo recordaba perfectamente ¡era un Centauro!
¡Un bellísimo Centauro con su enamorada!
No
sabía si era real, o estaba soñando. Eso sí era una imagen preciosa. Agacho la
cabeza le dolía la nuca de tanto mirar al cielo, la sacudió con fuerza. Se levantó
preparándose para marchar a su casa. Estaba confusa. No lo olvidaría nunca. De pronto
noto que no podía caminar, se encontraba volando, veía todo el pueblo desde
arriba, no llevaba ropa y no tenía frío. Noto un suave calor cerca de ella. No se
atrevía a moverse, se sentía segura.
Un
timbre agudo y persistente sonaba muy cerca de su oreja. Se desperezó y
abriendo los ojos se dio cuenta que ya era de día, el sol empezaba a salir. Se levantó
y descalza se asomó a la ventana. El cielo estaba limpio, azul, sereno. Indudablemente
no había nada raro en el.
Miró
a su alrededor y todo estaba bien, igual que todos los días. De pronto escucho
una voz que la llamaba ¡Ya voy mamá!
Todo
había terminado, suspiro diciendo ¡un
bello sueño!
Higorca