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FELIZ NAVIDAD |
Sobre
la mesa: un pan, una jarra, una botella de aceite y una calabaza.
La
noche era fría, muy fría. Los copos de nieve iban tapando las calles del
pequeño pueblo. No se veía a nadie por ellas. Todos los habitantes estaban
recluidos en sus casas y celebraban la Nochebuena.
Era
el 24 de diciembre y sonaban las campanas, dando la bienvenida al Niño que
había nacido en un pobre portal de Belén. Los villancicos se dejaban oír a
través de las ventanas y era lo que llenaba aquel pequeño pueblo de alegría.
Pero
no todos tenían refugio donde pasar la fría noche. Un pobre hombre con poca
ropa y descalzo iba pisando aquellas heladas y blancas calles. Miraba un lugar,
un portal donde poder refugiarse de aquel horrible temporal. No tenía ni tan
siquiera un bocado que llevarse a la boca, pero aquello no le importaba,
solamente quería un poco de calor, un techo, un rincón donde protegerse.
Una
ventana seguía sin bajar la persiana, desde fuera se podía ver aquella mesa. Al
lado una puerta abierta. La del portal de la casa.
Entró
y se sentó en un pequeño rincón, entorno un poco la puerta para que la nieve no
pudiese entrar de esa forma no se mojaría ¡Aquí estaré bien! Se dijo para si mismo.
Estaba
cansado y pronto acurrucado se quedo dormido.
Al
poco rato oyó como una puerta se abría, no se atrevía a moverse y se quedó
quieto pensando que de esa forma pasaría inadvertido. Nadie le dijo nada y mucho
más tranquilo se quedo de nuevo en brazos de Morfeo.
A
la mañana siguiente, cuando despertó, vio que a su alrededor había un pan, una
jarra con leche, una botella de aceite y una calabaza llena de vino.
Abrió
desmesuradamente los ojos. ¡Aquello era lo que él había visto a través de
aquellos cristales! Miro en sus bolsillos, sus dedos tropezaron con una pequeña
navaja recuerdo de su madre. Corto un trozo de pan y se hecho aceite, empezó a
comer con avidez aquel rico manjar. Al coger la jarra pudo comprobar que la
leche estaba caliente. ¡No podía salir de su asombro!
Miró
a su alrededor y comprobó que aquella puerta estaba abierta, al otro lado no
había pared, ni habitaciones. ¡No había nada! ¿Qué había pasado?
Salió
a la calle y pudo ver que la nieve si existía, en la mano seguía el pan con
aceite que se estaba comiendo y que para él era el más rico manjar que había
probado.
Enfrente,
sentado en una chimenea un niño lo miraba sonriendo y con un ojo guiñado. Rosadito,
rubio, con el pelo rizado. Era el día 25 de diciembre Navidad.