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LA EPIDEMIA AZUL

LA EPIDEMIA AZUL
Portada: Higorca

Vídeo obras de José Higueras "el pintor de la luz"

sábado, 18 de agosto de 2012

BANDUJO (Asturias)

Óleo sobre lienzo, Titulo: Bandujo, Autor: José Higueras



Deseaban pasar las vacaciones en un lugar dónde se pudiera estar fresco. Pasear al atardecer, y ver las puestas de sol con una toquilla sobre los hombros.
El calor era asfixiante en el lugar donde habitaba aquella pareja de caminantes. No se podía salir a ninguna hora del día, ni tan siquiera era pensable por la tarde.
Habían preparado aquel viaje con ilusión. Sabían bien del buen clima y la buena gastronomía de aquel trozo de la Península. Esa era la razón por la que habían elegido ese pequeño lugar.
Llegaron a media tarde, dejaron las maletas en su sitio deseando salir a ver el campo y el atardecer del que tanto les habían hablado.
Era verdad, el clima era mucho mejor. Se podía ver como los montes estaban todos verdes, y las flores todavía tenían el brillo de la primavera, eso estando ya en el mes de agosto. Caminaron un rato mirando, inspeccionando todo aquello que les acogería durante unos días.
Pudieron ver como las casas eran de piedra, parecía uno de aquellos pueblos de cuento medieval. Algunos hórreos de madera, techados de obra dando como un poco de pena al ver que estaban medio derruidos a consecuencia del paso del tiempo.
Se miraron, estaban cansados. El viaje, la caminata… aquel pequeño pueblo tenía muchas cuestas, arriba, abajo… mejor ir a cenar y después a dormir. El día había sido muy largo, el cansancio se dejaba notar.
Vieron un pequeño restaurante, parecía familiar. Miraron por dentro, se veía limpio. Eso era muy importante, la limpieza. Entraron, una chica joven se acerco hasta ellos. Les saludo y pregunto con mucha amabilidad _ ¿Qué desean? _ Nos pueden preparar un poco de cena? _ Con mucho gusto_ contestó la joven mientras les invitaba a sentarse en una mesa.
La muchacha, saco una libreta de su bolsillo y leyó en voz alta lo que tenían. Pidieron y mientras esperaban a que estuvieran hechos los platos, tomaron un culin de sidra con una buena “tapa” que les habían servido.
-          ¡Extraordinaria la sidra! Tiene un sabor diferente tomada aquí. _ dijo el hombre.
-          ¡Es verdad! También yo lo he notado.
Cenaron tranquilamente. Al parecer no les gustaba que terminara aquel día. Allí se respiraba muy bien, hasta el aire tenía un aroma distinto, se notaba el dulzor del tomillo, del romero, de la salvia y tantas otras hierbas aromáticas que crecían en aquellos montes.
El día había pasado volando, o ¿les había parecido a ellos? Ahora llegaba el momento del descanso. Salieron del pequeño salón para dirigirse a la habitación correspondiente. Desde la ventana unos ojos brillantes les miraban era el búho en una de las ramas del árbol cercano. Les pareció el vigía del bosque. El rey de aquellos lugares.

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