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LA EPIDEMIA AZUL

LA EPIDEMIA AZUL
Portada: Higorca

Vídeo obras de José Higueras "el pintor de la luz"

martes, 28 de octubre de 2008

UNA HISTORIA BONITA

Esta mañana he tenido que ir a un funeral. Lo he pasado muy mal. La finada era una señora muy joven. Después de sufrir durante unos cuantos años a consecuencia de una grave enfermedad, todo se ha terminado. Se ha terminado de la peor manera. Se ha ido, ha dejado a toda su familia sumida en la tristeza, en la pena, en el dolor.
Y yo me pregunto ¿Porqué? En cambio que nadie me pregunte a mi el por que siento ese dolor, no lo se.
Cuando he entrado en la iglesia. Esta, estaba llena, no había ni un triste rincón vacío. Por esa razón he entrado como he podido. Me he quedado en un pequeño recodo, mirando al frente y pensando, siempre, pensando en lo mismo. No entiendo por que una persona joven tiene que irse tan pronto, casi sin terminar su misión aquí.
Al rato de estar dentro y acostumbrarme a la oscuridad he podido ver al fondo de ese rincón, y he podido ver a una señora que estaba rota por el llanto, agudizando mi vista he comprendido que lo que me había parecido en un principio era verdad. Lloraba desconsoladamente.
En mi interior, he pensado que podía ser un familiar de la finada y a lo mejor no había podido acercarse a la familia por algo ¿Quizás por no hablarse con ellos? ¿Por eso quería esconder su dolor?
Su pena me ha hecho sentir congoja. Le he pasado mi brazo sobre su hombro, quería darle a entender que no estaba sola, que la comprendia.
La señora me ha mirado con cariño, acercándose un poco más a mí, he notado que me quería hablar cuando terminara la misa.
Bueno la esperare, he pensado. De vez en cuando es bueno el poder dejar volar el alma y hacer un poco de sitio para otra cosa de esas que la vida nos trae sin llamar y creo que hoy me necesitan un poco, si por lo menos ayudo simplemente escuchando me daré por satisfecha.
Por fin la señora ha salido, y al verme se ha dirigido a mi, aún se notaba en su cara las lágrimas que había derramado aunque me sonreía.
Cuando ha llegado a mi altura le he preguntado ¿Qué es lo que en realidad le pasaba? Que si era familia de la mujer, y sobre todo si quería que la acompañase a cualquier parte por si no se encontraba bien.
La señora, me dio a entender que me conocía, cosa fácil ¡por que yo como soy tan "despiste".!
Llevábamos el mismo camino, entonces no era difícil el poder escuchar sus palabras. Mientras caminábamos me fue contando una historia muy bonita.
Ella había nacido en una casa de burgueses, católicos, practicantes. Sobre todo,- me recalco ella,- sus padres eran muy creyentes, y así se lo habían inculcado. De esa forma había crecido y se había formado, dentro de la doctrina cristiana.
La familia, su familia, se componía de los padres y dos hijos; ella y un hermano mayor. En su casa todo era felicidad y amor, hasta que un día algo trágico ocurrió.
Era verano y su hermano había ido a unas islas, a un concurso de pesca submarina, en un abrir y cerrar de ojos, sin saber como ni de que manera, a Manuel sus compañeros le sacaron ya cadáver.
Se le había reventado la vena horta, fue fulminante, llamaron a la familia para darles la mala noticia.
Nunca lo ha olvidado la hermana, fue como un mazazo sobre su vida. Claro que Manuel, - decía llena de orgullo.- Era una persona excepcional, un chico muy guapo, muy inteligente, cariñoso, buena persona.
La señora, hablaba maravillas de aquel hermano que perdió en el mar. Cuando hablaba sus ojos se iluminaban, era otra persona distinta.
Ella por aquel entonces era una niña y no comprendía el por que de aquella muerte tan repentina e innecesaria. Cuando les preguntaba a sus padres o algún familiar, la contestación era siempre la misma: Era un ser maravilloso para estar con nosotros, Dios le necesitaba a su lado.
Y, ella seguía sin comprender nada de nada y cada vez se acordaba más y más de Manuel. Había sido el que le ayudaba para hacer los deberes del colegio, era aquel que le enseñaba a crecer de distinta manera, le hablaba y le hacia entender en todo momento aquello que una niña de su edad llena de curiosidad no entendía bien, era muy cariñoso con ella, bueno con todo el mundo. Seguía diciendo. Se le notaba que le costaba a pesar de los años pasados, superar aquella terrible muerte.
Me escondía en la habitación a llorar.- Explicaba la señora. No quería hacer sufrir a sus padres al verla así. Por otro lado ¿Quien pensaba en ella? ¿En su sufrimiento? Quizás también eso pensaba y le daba vueltas en su cabeza de niña en aquella época.
Aunque han pasado muchos años, nunca he olvidado a Manuel, todos los días le recuerdo, a veces sigo hablando con él, No quiero que nadie piense que estoy mal de la cabeza. Seguía diciendo ella.
-No se preocupe, nadie puede pensarlo, es algo natural después de perder a esos seres queridos, la vida sigue pero ellos siempre están con nosotros, nadie nos puede explicar lo que es la muerte, si, es irse, todos lo tenemos que hacer. Pero están difícil pensar en la juventud cuando nos dejan. Desde entonces- decía la señora- no soporto la muerte, es superior a mí.