Óleo sobre lienzo, Titulo: Bandujo, Autor: José Higueras |
Deseaban pasar las vacaciones
en un lugar dónde se pudiera estar fresco. Pasear al atardecer, y ver las
puestas de sol con una toquilla sobre los hombros.
El calor era asfixiante en
el lugar donde habitaba aquella pareja de caminantes. No se podía salir a
ninguna hora del día, ni tan siquiera era pensable por la tarde.
Habían preparado aquel viaje
con ilusión. Sabían bien del buen clima y la buena gastronomía de aquel trozo
de la Península. Esa era la razón por la que habían elegido ese pequeño lugar.
Llegaron a media tarde,
dejaron las maletas en su sitio deseando salir a ver el campo y el atardecer
del que tanto les habían hablado.
Era verdad, el clima era
mucho mejor. Se podía ver como los montes estaban todos verdes, y las flores
todavía tenían el brillo de la primavera, eso estando ya en el mes de agosto. Caminaron
un rato mirando, inspeccionando todo aquello que les acogería durante unos
días.
Pudieron ver como las casas
eran de piedra, parecía uno de aquellos pueblos de cuento medieval. Algunos hórreos
de madera, techados de obra dando como un poco de pena al ver que estaban medio
derruidos a consecuencia del paso del tiempo.
Se miraron, estaban
cansados. El viaje, la caminata… aquel pequeño pueblo tenía muchas cuestas,
arriba, abajo… mejor ir a cenar y después a dormir. El día había sido muy
largo, el cansancio se dejaba notar.
Vieron un pequeño
restaurante, parecía familiar. Miraron por dentro, se veía limpio. Eso era muy
importante, la limpieza. Entraron, una chica joven se acerco hasta ellos. Les saludo
y pregunto con mucha amabilidad _ ¿Qué desean? _ Nos pueden preparar un poco de
cena? _ Con mucho gusto_ contestó la joven mientras les invitaba a sentarse en
una mesa.
La muchacha, saco una
libreta de su bolsillo y leyó en voz alta lo que tenían. Pidieron y mientras
esperaban a que estuvieran hechos los platos, tomaron un culin de sidra con una
buena “tapa” que les habían servido.
-
¡Extraordinaria la sidra! Tiene un sabor
diferente tomada aquí. _ dijo el hombre.
-
¡Es verdad! También yo lo he notado.
Cenaron tranquilamente. Al
parecer no les gustaba que terminara aquel día. Allí se respiraba muy bien,
hasta el aire tenía un aroma distinto, se notaba el dulzor del tomillo, del
romero, de la salvia y tantas otras hierbas aromáticas que crecían en aquellos
montes.
El día había pasado volando,
o ¿les había parecido a ellos? Ahora llegaba el momento del descanso. Salieron del
pequeño salón para dirigirse a la habitación correspondiente. Desde la ventana
unos ojos brillantes les miraban era el búho en una de las ramas del árbol
cercano. Les pareció el vigía del bosque. El rey de aquellos lugares.
Higorca
1 comentario:
Hola Higorca la belleza del cuadro y el encanto de tu relato un coktail
precioso.
Besos a los dos, Montserrat
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