Oleo de José Higueras Mora - año 1992 |
Era
época de caza. Los cazadores provistos de la escopeta, el perro y el zurrón con
la comida, se disponían a pasar un día lleno de aventuras y misterio.
Un
pensamiento estaba fijo en sus mentes ¿sería buena la caza ese día? Últimamente
no se daba muy bien. No sabían el por qué pero no corrían muchas liebres, ni
conejos por ese monte.
Decían,
entre ellos que no tenían mucha comida, pero tampoco eso les convencía ya que
las cepas estaban repletas de hojas tiernas y eso les gustaba a ellas. Claro
que un poco menos a los viticultores.
Tampoco
se veían muchas perdices, y, ya las codornices habían desaparecido de aquella
comarca. Las explicaciones eran que al utilizar las cosechadoras arrasaban los
nidos y eso hacía desaparecer a esas pequeñas aves.
El
día estaba claro, el cielo azul y sin una nube, caminaban a buen paso y no
habían tenido la oportunidad de estrenarse. Los perros caminaban a su lado,
estaban tranquilos y eso quería decir que su olfato no había detectado nada.
De
pronto de entre unos matorrales un ave sale volando, ellos se quedan quietos y
se miran ¿qué era aquello? Miran hasta el lugar por donde había salido
extrañados, era muy grande, entonces ¡una perdiz era imposible! Su vuelo no llego muy lejos, ahora podían
verla mejor. Era un faisán, un hermoso faisán.
Empujaron
a los perros para que lo cogieran sin tener que usar las escopetas. Era
imposible, se prepararon y al salir de nuevo se oyó un tiro y la pieza cayo,
los perros corrieron a coger aquella presa. Era una hermosa pieza.
El
mismo día unos buceadores se adentraron al mar. Simplemente para mirar aquella
maravillosa “fauna” y flora marina. Pasear por aquellos mares era todo un
acontecer, disfrutar de algo distinto. Soñar bajo las aguas de un océano que bullía
de una inmensa vida de colores.
Durante
un buen rato nadaron con tranquilidad, viviendo, admirando aquel mundo mágico.
Con una señal subieron, salieron y se quitaron las botellas. Descansaron un
rato cerca del agua.
Durante
la conversación decidieron ir a buscar unas cuantas ostras para la cena. No lo
pensaron, cogiendo el rastrillo, se adentraron de nuevo en el agua, a pocos
metros se podían encontrar las camas.
Con
sumo cuidado pasaban el rastrillo, habían muchas, se podían coger con facilidad,
cogieron un buen puñado, las guardaron en la malla que llevaban en el cinturón.
Cuando ya tenían bastantes salieron para ir hasta casa y dar buena cuenta de
aquel rico manjar.
Sobre
la mesa los limones necesarios para poder degustar aquellas delicias, sobre
todo con una buena copa de vino blanco. El vino gallego tan apropiado para
ellas, ese Albariño de un delicioso paladar, con mil aromas y mil placeres.
Fue
un acontecimiento, saborear las deliciosas ostras regadas con el exquisito
vino. Mientras, colgadas esperaban las perdices y el faisán para el día
siguiente.
Higorca
2 comentarios:
Hola Higorca.
Doble felicitación por el cuadro y por el relato.
Deseo que te encuentres bien y os mando un beso a los dos, Montserrat
Bien,esto está tomando ya carácter de vuelta a la normalidad.
Me hace mucha gracia como se nota que disfrutas de una buena comida y un buen vino. Es una suerte porque es una afición bastante asequible, sobretodo si eres buena cocinera, cosa que yo no soy en absoluto.
Bienvenida a este mundo bloguero.
Hasta la próxima, un abrazo
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