Ada Yonath, Premio Nobel de Química.
En la mesa: Lesli Grifit, Neurocientifica, Erik Maskin, Premio Nobel Economía, José R. Calvo, Organizador del foro y Ernesto Kahan, Premio Nobel de la Paz, entre otras personalidades
Dos premios Nobel juntos en animada conversación durante el aperitivo.
Instantánea del foro; Inmigración, Refugiados, Problemas humanitarios del siglo XXI.
Ahora cuando ha pasado un
tiempo, cuando todo vuelve a ser como antes, cuando el agua ha vuelto a su
cauce y el caballete y mis humildes letras se han adueñado de mí, reflexiono
con calma de todo lo acontecido.
No me cansaré nunca de
dar las gracias a mis maestros, a los que desinteresadamente me han dado la
mano para llegar más allá de donde yo jamás hubiera pensado.
El pasado mes de junio, a
principios pudimos asistir a un foro muy especial en LLoret de Mar. Fueron unos
días maravillosos.
Donde aprender era el
culmen, no daba tiempo a pestañear, las letras bullían en aquel recinto, un
anfiteatro excelente, cómodo y muy bien distribuido, buena acústica y sobre
todo grandes inteligencias en el escenario. Los Ponentes.
Escuchábamos con atención
hablar sobre la paz, economía, gastronomía, medicina, pastelería, las estrellas
y la luna, cocina, historia…
Claro que dicho así
parece que no tiene la mayor importancia, pero si a todo eso le añadimos que
aquellos grandes oradores eran: Premios Nobel, Catedráticos, Exembajadores,
Expresidentes, Astronautas, Científicos, grandes Cocineros… entonces la cosa
cambia.
Al final del día, cuando
el ocaso escondía el sol diurno, en aquel hotel empezaba la velada con más luz
que imaginarnos podamos.
Las mesas preparadas con
manteles de gala, con cubiertos, cristalerías y platos perfectamente puestos en
espera. Era entonces cuando las grandes mentes, las inteligencias mejor dotados
se sentaban alrededor de ellas para saborear los apetitosos manjares y al mismo
tiempo empezar una animada tertulia. Las tertulias de la sabiduría.
Y… entonces yo, era
cuando me sentía infinitamente pequeña ante aquellas poderosas personas con
cabezas tan claras, tan importantes y al mirarlos y conversar con ellos te das
cuenta que, a pesar de ser grandes, son humildes, sencillos y esa es su
grandeza.
Debo dar infinitas
gracias al profesor Ernesto Kahan y a su esposa que tuvieron la amabilidad de
invitarnos a tan magnos días, de no ser así no se puede de ninguna manera entrar
en ese tan especial lugar.
Volver a mi tierra, al
lugar de mis raíces a mi mar Mediterráneo de la mano de un premio Nobel, ya sé
profesor, el premio era compartido entre tres. A fin de cuentas, cada uno puso
su granito de arena para ser merecedores del Premio Nobel de la Paz.
Volver a ese trocito ha
sido algo maravilloso.
Tener el honor de sentarnos
a la mesa con cuatro de ellos fue empapar mis conocimientos de tanta sabiduría.
Gracias, gracias de nuevo maestro por su humildad, sabiduría y amistad.
Higorca