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LA EPIDEMIA AZUL

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Portada: Higorca

Vídeo obras de José Higueras "el pintor de la luz"

viernes, 28 de diciembre de 2012

LOS PODADORES


Óleo sobre tabla, dimensiones: 116 x 89 cm. Año: 1994, Titulo: Los Podadores
Autor: José Higureras Mora
24 Salón Internacional de Artistas Belgas – Gran Premio Internacional A. E. A. 
Con Medalla de Vermeil en Homenaje a su valor artístico, Ciney (Bélgica)
1994:Gran Premio Internacional A.I.A.C. Medalla de Oro, Montigny-le-Tilleul (Bélgica)
1994: Gran Premio del Salón Internacional por los Servicios Rendidos a la  Causa de Ciencias, Letras y de las Artes. París (Francia) 


Era el otoño manchego. El frío se había instalado en el lugar. Había pasado ya un tiempo después de la vendimia. Ahora tocaba podar las cepas. Aún conservaba el aíre el olor característico del mosto recién hecho. En cambio las cepas yacían en sufrimiento. Habían perdido los hijos que las mantenían lozanas, frescas, con las hojas brillantes llenas de vida. Estaban pariendo los frutos que se transformarán en un suculento caldo, vida de otra vida.
Los agricultores se pusieron en marcha para hacer la faena. En La Mancha, las cepas son muy bajitas, el trabajo de la poda es duro ya  que hay que agacharse mucho y los riñones, toda la parte lumbar, sufre bastante.
Los amigos se dirigieron a la viña. Se habían preparado un buen almuerzo.  Con el frío el hambre era doble, tenían que estar bien alimentados para llevar a cabo tanto trabajo. El día estaba muy claro, el sol quería calentar con sus tímidos rayos la meseta pero le costaba, se apoderaba el frío y las manos se quedaban heladas, de vez en cuando dejaban las tijeras y se las frotaban con fuerza una contra otra para que entrasen en el calor necesario para poder mover las “podadoras”.
Se movían rápido y sin apenas darse cuenta habían “apañao” más de la mitad, casi no podían ponerse en pie. Se miraban y se reían - ¡se notan los años! – ¡cuando éramos jóvenes no nos dábamos cuenta y lo teníamos hecho pronto, ahora, nos cuesta más!
El más joven caminó hasta dónde tenían la bota de vino, echó un trago y llamó al compañero - ¿qué… comemos ya? – ¡bueno cuando quieras! – contestó el otro podador.
Se sentaron dentro de la caseta dónde guardaban las herramientas, tenían una pequeña mesa y dos sillas todo viejo a causa de los años y del lugar dónde estaban.
Todavía se conservaban calientes las fiambreras, pero no obstante hicieron un pequeño fuego y las calentaron un poco más. También les servía para entrar ellos mismos en calor. Comieron ávidamente, hablando de los mil temas del campo. Como siempre eran los más “pobres”, según ellos, los que menos subvenciones tenían y aquello era un trabajo duro, muy duro.
Terminaron aquella comida y se pusieron de nuevo al trabajo, el viento cada vez era más fuerte y el polvo les cegaba – ¡no vamos a poder terminar! Esto cada vez es más fuerte, con lo bien que estaba el tiempo cuando hemos venido.
Tuvieron que guardar todos los aperos, limpiaron bien las tijeras de podar y se encaminaron al pueblo. Los podadores no pudieron terminar la jornada. Eso  tiene el campo en el otoño manchego.

Higorca

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